Ojos que no ven
>> jueves, 2 de septiembre de 2010
Érase antes de ayer una de esas noches plantado a la televisión y aburrido. Mirando sin ver nada comenzó uno de los programas que más influencia tienen sobre mi. Se trataba del famoso 21 días. Debo decir que admiro a Samantha, la periodista protagonista de dicho programa, puesto que lleva a cabo uno de los preceptos más importantes en mi: ponerse en el lugar del otro. Tener empatía con los demás.
Pienso que es una persona valiente y que se enfrenta a las peores situaciones de la sociedad, aunque no pueda captar el sentimiento de estar toda una vida así, en esas tres semanas se acerca un poco al epicentro de tan debastadoras situaciones.
Justo antes de ayer el programa iba de ciegos. La chica pasaría tres semanas a ciegas, como si fuese invidente, aprendiendo a manejarse con un sentido menos. Un sentido importante para el mundo, pues el 80% de la información que recibimos es prácticamente visual.
El programa avanzaba, la chica se acostumbraba a caminar sola, a orientarse mediante trucos, a conocer gente ciega que llevaban una vida relativamente normal y, lo que más me sorprendió, es que llegó a viajar sola en metro. Sí, prácticamente sola y a oscuras.
De las personas que conoció, me sorpendió una mujer. Una mujer de 30 y pocos que era licenciada en administración de empresas y dirigía la organización de la ONCE. Esa mujer, ciega total, sacó su carrera y el título es exactamente igual que el de otra persona con vista.
Esa mujer tomaba trenes casi todos los días para ir a ciudades colindantes de Madrid, para acudir a reuniones de trabajo. Esa mujer tenía una pareja que también era ciego total. Esa mujer tenía una hija de 4 años que no le faltaba nada ni de su padre ni de su madre. Y lo más impactante para mi, fue una salida que hicieron la mujer, el hombre, la presentadora y la niña. 3 ciegos y una vidente de 4 años fueron a un parque de atracciones. Y la niña guiaba a los tres entre la gente. Y se montaban en las atracciones. Y sonreían. Eran felices, aún siendo ciegos, no se perdían nada de la vida porque lo más importante ya lo tenían: una familia, amor, amigos, buen trabajo y, bueno, puede que la vida haya perdido color para ellos pero eso es insignificante cuando tus necesidades básicas están más que completas.
Con el reflejo de este programa para este post, quiero hacer notar que, a veces, creemos que la vida nos castiga. A menudo pensamos que el mundo nos ha dado la espalda o que todo lo malo nos pasa a nosotros. Consideramos también que nos ha tocado lo más difícil a sabiendas de que disponemos de todos los medios disponibles para conseguirlo. No, en absoluto que estamos equivocados. Porque ahora sé, por lo menos yo, que no debo hacer caso a quien se queje al estudiar, o a quien renuncie a la primera en sus objetivos. Porque he comprobado que gente "discapacitada" ha logrado tener una vida normal y, lo que es más, ser feliz.
No valen excusas. Querer es poder y lo que se desea, se acaba obteniendo, cueste lo que cueste, veas o no veas.
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