Proceso de maduración
>> jueves, 1 de julio de 2010
Erróneamente tenemos la definición adecuada del concepto de madurez.
El destornillar las ruedas de apoyo de la bici para nada nos convierte en personas maduras. El simple hecho de hacerlo nos lleva, irremediablemente, a caer de la bici. Y a llorar. Y las personas maduras si caen, se levantan. No lloran.
Vivimos aferrándonos a un mundo de cuentos y perfecciones que no queremos abandonar. Creamos fantasías que tiñen nuestra vida de un color totalmente ajeno a la realidad, y con esto nos miramos en el espejo como personas maduras, en vez de meros estereotipos disfrazados con pearcings, cigarros, palabrotas y fachadas. Pobres payasos.
La madurez no radica en lo físico. No se muestra. No se enseña y mucho menos se presume. No sirve de nada alardear si lo que decimos está tan vacío como nuestro interior.
Hay personas muy maduras. No por sabias, no por inteligentes. Son personas prácticas, reflexivas, atentas y observadoras. Disfrutan, viven, trascienden como los demás, pero intentan ir más allá. Tienen algo que los impulsa a seguir, a no estancarse. A mirar detrás de las cosas, no porque no se contentan, sino porque necesitan hacerlo. Les gusta el mundo, la cultura, las personas. Se equivocan, claro. Han vivido muchos desencantos, desilusiones, errores. Pero han aprendido, y eso les ha confortado la madurez. Y por eso saben cuando los no-maduros se equivocan o tropiezan. No son adivinos, es que lo han vivido. Ellos ya pasaron por eso hace tiempo, mientras otros simplemente veían morir sus horas, plenamente inútiles. A veces son incomprendidos, pero no tienen culpa. No son culpables de plantearse las cosas dos veces, de organizarse, de tener seguridad. Porque su finalidad es la seguridad.
Son seguros porque han arriesgado toda su vida. Se han apostado siempre todo, perdiendo pequeñeces para ellos pero inmensidades para los demás. Ganan en riqueza personal, espiritual. Se preocupan por los aspectos fundamentales de la vida, los que verdaderamente importan.
Sin embargo,
hay personas muy poco/nada maduras. No por tontas, no por estúpidas. Simplemente porque no han sido capaces de asimilar. Reciben cantidad enorme de información al día, pero parece que no están capacitados para descomprimirla. Se aletargan como latargos ante el Sol de la vida, que pasa delante de ellos mientras otros investigan las formas de hacerles comprender que hay algo más detrás de todo lo que se ve. Y que es fundamental en la persona destruir esa barrera, si quiere ser una persona totalmente realizada, y no un pelele inmóvil e inerte.
Soy una persona madura. Y como tal lo reconozco. Estoy orgulloso de haber sido diferente, más intuitivo que los demás, y que me cueste reirme con los chistes fáciles. Es con lo que he nacido y con lo que me pienso morir. Pero a veces deseas que todo cambie.
Crees, a menudo, que es mejor ser del otro modo. Pasar más de todo y esperar que la vida te lo de resuelto, ¿pero cómo puedes plantearte eso cuando has estado toda tu vida luchando por ti, cuando has sido tú el que te has formado y has beneficiado a tantos y tantos y tantos ... ?
Te hierve la sangre cuando notas ese pasotismo generalizado. Tu propia madurez arde en tu interior cuando te das cuenta que no existe recompensa a tanto sacrificio. Y cuando ves que otros la reciben, y tú no. Probablemente nunca la recibas, ni aunque la pidas a gritos.
Y ya no sabes en qué idioma hablar, o expresarte.
No entenderá jamás mi madurez. No la entenderá.
Pero, repito, no tengo la culpa de ser así. Y quizás necesite a alguien similar.
El destornillar las ruedas de apoyo de la bici para nada nos convierte en personas maduras. El simple hecho de hacerlo nos lleva, irremediablemente, a caer de la bici. Y a llorar. Y las personas maduras si caen, se levantan. No lloran.
Vivimos aferrándonos a un mundo de cuentos y perfecciones que no queremos abandonar. Creamos fantasías que tiñen nuestra vida de un color totalmente ajeno a la realidad, y con esto nos miramos en el espejo como personas maduras, en vez de meros estereotipos disfrazados con pearcings, cigarros, palabrotas y fachadas. Pobres payasos.
La madurez no radica en lo físico. No se muestra. No se enseña y mucho menos se presume. No sirve de nada alardear si lo que decimos está tan vacío como nuestro interior.
Hay personas muy maduras. No por sabias, no por inteligentes. Son personas prácticas, reflexivas, atentas y observadoras. Disfrutan, viven, trascienden como los demás, pero intentan ir más allá. Tienen algo que los impulsa a seguir, a no estancarse. A mirar detrás de las cosas, no porque no se contentan, sino porque necesitan hacerlo. Les gusta el mundo, la cultura, las personas. Se equivocan, claro. Han vivido muchos desencantos, desilusiones, errores. Pero han aprendido, y eso les ha confortado la madurez. Y por eso saben cuando los no-maduros se equivocan o tropiezan. No son adivinos, es que lo han vivido. Ellos ya pasaron por eso hace tiempo, mientras otros simplemente veían morir sus horas, plenamente inútiles. A veces son incomprendidos, pero no tienen culpa. No son culpables de plantearse las cosas dos veces, de organizarse, de tener seguridad. Porque su finalidad es la seguridad.
Son seguros porque han arriesgado toda su vida. Se han apostado siempre todo, perdiendo pequeñeces para ellos pero inmensidades para los demás. Ganan en riqueza personal, espiritual. Se preocupan por los aspectos fundamentales de la vida, los que verdaderamente importan.
Sin embargo,
hay personas muy poco/nada maduras. No por tontas, no por estúpidas. Simplemente porque no han sido capaces de asimilar. Reciben cantidad enorme de información al día, pero parece que no están capacitados para descomprimirla. Se aletargan como latargos ante el Sol de la vida, que pasa delante de ellos mientras otros investigan las formas de hacerles comprender que hay algo más detrás de todo lo que se ve. Y que es fundamental en la persona destruir esa barrera, si quiere ser una persona totalmente realizada, y no un pelele inmóvil e inerte.
Soy una persona madura. Y como tal lo reconozco. Estoy orgulloso de haber sido diferente, más intuitivo que los demás, y que me cueste reirme con los chistes fáciles. Es con lo que he nacido y con lo que me pienso morir. Pero a veces deseas que todo cambie.
Crees, a menudo, que es mejor ser del otro modo. Pasar más de todo y esperar que la vida te lo de resuelto, ¿pero cómo puedes plantearte eso cuando has estado toda tu vida luchando por ti, cuando has sido tú el que te has formado y has beneficiado a tantos y tantos y tantos ... ?
Te hierve la sangre cuando notas ese pasotismo generalizado. Tu propia madurez arde en tu interior cuando te das cuenta que no existe recompensa a tanto sacrificio. Y cuando ves que otros la reciben, y tú no. Probablemente nunca la recibas, ni aunque la pidas a gritos.
Y ya no sabes en qué idioma hablar, o expresarte.
No entenderá jamás mi madurez. No la entenderá.
Pero, repito, no tengo la culpa de ser así. Y quizás necesite a alguien similar.
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