Caso de amor nº149562
>> martes, 16 de noviembre de 2010
"Porque nosotros tenemos la seguridad que saldremos, pero ellos se quedan dentro"
Con estas palabras daba comienzo otro de los reportajes de Callejeros, programa selecto en este blog.
El tema de ese episodio se llamaba "Cárcel", y consistía en que el grupo de periodistas iba a pasar varias jornadas en una cárcel, la más poblada de España, situada en León.
Las cámaras consiguieron enfocar al mundo la realidad vista desde dentro, desde la visión personal de quienes la padecen: los presos.
A pesar de la "buena imagen" de las celdas, la auténtica perspectiva se palpaba en el ambiente: habitáculos pequeños, sin apenas intimidad para la zona del baño, compartidos entre dos, etc.
Además, el centro penitenciario contaba diferentes módulos según el grado de conflictividad de los presos, o el sexo - puesto que también había un módulo de mujeres -.
Desde traficantes de drogas, prostitutas, ladrones, hasta algún que otro homicida convivían en ese espacio aislado del resto del mundo, pero con la capacidad de ofrecer varios servicios a tanto inquilino: zona de piscinas, talleres, peluquerías, gimnasios, bibliotecas e incluso un supermercado para aquellos cuyas familias les mandan dinero para poder comprar.
Sin embargo, a pesar de la gran profesionalidad y gusto que causó en mi el reportaje, no es precisamente de ese contenido del que trata esta entrada.
Lo verdaderamente sorprendente para mi de ese programa fue que también hubo hueco para el amor. Sí, para el amor.
Me resultó impactante como había parejas de presos. Chicos y chicas que se habían conocido en la cárcel, se habían enamorado, convivían diariamente.
Pero lo más increíble fue el hecho de saber que no se habían visto. Hablaban a través de la grieta de un muro que sólo dejaba hueco para las palabras, las risas y los sentimientos.
¡Te quiero! ¡Ya nos quedan sólo 2 añitos para estar en la calle y poder vernos!, palabras de uno de los presos a su novia.
Asombroso. Fue exactamente eso lo que más me atrajo del documental, el saber cómo el amor es superior a cualquier cosa. Como dos personas habían llegado a enamorarse a través de una pared, siendo muy importante el uno para el otro - puesto que no tienen a nadie más que les diga cosas bonitas -. Como entre tanto castigo, sufrimiento y derrota había un pequeño espacio para que creciera algo tan grande como puede ser un amor verdadero, resistente incluso a la ceguera, aguardando día a día el momento de salir libres, de ser devuelto al mundo y volverse mucho más fuerte.
Esto me pareció realmente una cura de humildad. El darse cuenta uno de que a veces, nosotros, pobres personajes libres, legales, tenemos conflictos de pareja, miedos, vergüenzas, caprichos.
Percatarse de que hacemos océanos con gotitas de agua, que nuestros amores siempre resultan frágiles. Y si es así, ya sé que es porque nosotros queremos. Porque si un amor puede sobrevivir en la cárcel, si ese caso nº 149562 triunfa, entonces no hay nada que pueda superarlo.
Recuerdo que las últimas palabras del reportaje fueron:
- ¿Alguna vez un funcionario trabajando aquí se ha enamorado de una presa?
(El funcionario reía).
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