Pío, pío
>> jueves, 13 de enero de 2011
No puedes silenciar al canario que llevas dentro. Cuando quiere, pía. Cuando se le antoja, pía. A veces el momento no es el adecuado, a veces te deja en ridículo porque suena demasiado fuerte. Pero lo hace, así es él, así es él de desobediente. Canta todos los días, no hay ninguno que se quede durmiendo o comiendo. A veces ni te deja hacerlo a ti. Es cruel, podría decirse. Aunque siempre que canta tiene motivos. Y bastante fuertes, además. Tú quieres no darte cuenta, ignorarle. Imposible. Si se percata de que pretendes pasar de él, bate sus alas a una velocidad increíble. Por eso tu corazón se acelera y late fuerte. Es el canario, el culpable de todo. Y como vuele a tu mente, estamos perdidos. De vez en cuando hace nidos allí, en cualquier parte. Se va para los recuerdos, y escarba allí. Vuelve al presente y duerme allí. Se traslada al futuro y se asienta un par de días allí. Es idiota, es inepto, es estúpido, es infantil ... pero tiene razón. Y en el fondo sabes que canta cuando tú se lo ordenas. Porque ... ¿quién ríe, qiuén llora, quién piensa en esa persona, quién se pone nervioso al verla, quién tartamudea, quién finge, quién besa, quién? Nadie más que tú. El canario solamente pía cuando lo alimentas con todo esto. Las carcajadas, los pucheros, el corazón a mil ... eso es el cante del canario. Esos sonidos enmascaran al canario, quien, desde algún lugar de tu cuerpo, vuela, de arriba a abajo, de abajo a arriba, y nosotros, mientras, lo confundimos con mariposas.
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