Parábola del panadero
>> miércoles, 8 de diciembre de 2010
Cuenta la leyenda la existencia de un panadero cuya meta en la vida era, exclusivamente, hacer pan. Disponía de todos los ingredientes: harina de alta calidad, agua potable y mineralizada, sal con el grado adecuado de salinidad y un horno con la suficiente potencia para hornear.
Sus clientes, fieles y agradecidos, consumían su pan, porque no les hacía falta comprar otro, ya que apostaban por la calidad que el panadero les ofrecía. Sin embargo, lo que sucedía, es que los clientes no le pagaban. Entraban a su tienda, y al coger cada uno su pan, veían la cara de felicidad que el panadero les ponía. Porque al panadero lo que más feliz le hacía era ver cómo su producto era bien acogido por los demás: sonreía por los demás, por verles feliz al comer. Los clientes, quizás inocentes, pensaban que ya que el panadero no ponía precio a sus productos, pues que no costaban nada. Ellos veían el llevarse el pan como un bien que le hacían al panadero, quién aun así no les ponía ninguna pega y se aferraba a las sonrisas que le brindaban.
Al principio esto no le importaba, la satisfacción se imponía a sus intereses. Y él sobrevivía así.
Un día, una persona que acababa de conocer, le preguntó a qué se dedicaba. El panadero, gustoso y orgulloso respondió: ¡PANADERO! La persona discrepó, y le dijo: Panadero es un oficio, un trabajo. Panadero es el que cobra por su servicio. Tú sólo haces pan, pan para los demás.
Puede ser que fuese en ese momento cuando el panadero abrió los ojos. Justo cuando una persona desconocida le mostró lo que no había querido ver, fue ahí cuando se percató que la harina se estaba agotando, ya apenas quedaba agua, la sal desapareció de su vida y el horno estaba sobrecalentado. Triste, muy triste, se dio cuenta que había hecho feliz a las personas, pero que esas personas no se habían preocupado en hacerle feliz a él. Porque las sonrisas no lo son todo, ni que lo tengan como al número uno del pan. Nadie se preocupó de preguntarle nunca cómo había dormido esa noche, cómo le iba el negocio o si necesitaba algo. Solamente veían el pan. Y el día que el panadero le puso precio a su pan, le costó mucho, pero tuvo que hacerlo. Y entonces fue ahí cuando se convirtió en uno más. No sabía si tendría clientes, si le iría bien todo, pero decidió arriesgarse. Quiso transformarse en otro más, con la puerta de su tienda abierta, para que entre quien quiera.
1 comentarios:
quien comparó a España con el panadero?
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