Magnetismo
>> lunes, 25 de octubre de 2010
Polos opuestos. Todos, alguna vez, hemos tenido un imán en nuestras manos. Todos hemos intentado unir dos piezas visualmente idénticas pero profundamente diferentes. Y todos nos hemos sentido así de atraídos alguna que otra vez.
Los polos opuestos, se atraen. ¡Qué gran verdad! Dos imanes unidos por sus iones opuestos darán como resultado la unión inmediata de ambos. Rápido, veloz, fugaz y sin dudas. Enlazan con una valentía tremenda. Simplemente, se atraen. Son como dos ingredientes que se mezclan, y dan lugar a otro mucho mejor. Y por eso no se quieren separar, por eso perduran unidos, imantados.
Sin embargo, a veces, creemos que cuando mejor compatibilizamos con el otro, cuando mejor acordamos nuestras vidas, nuestros gustos, nuestros deseos. Creemos que es ahí cuando, entonces, por arte de magia, nos amarraremos de una forma extraordinaria a la otra persona. Pero no, no siempre es así. En el caso de los imanes, los lados iguales no concuerdan, no compiten. Se rechazan, no se soportan. Por mucha intención que haya de querer unirlos, por mucho deseo interior de ambas partes, sucede que a veces es imposible. La naturaleza interior nos impide unirnos y duele darse cuenta. Duele pensar que jamás enlazarás tus sensaciones al otro, que jamás continuarás esa historia que creías predeterminada.
Y, sin embargo, un día te das cuenta que tus iones, sin saber cómo ni por qué, sintiéndote extraño y extremadamente estúpido, se quieren enlazar con quien menos imaginabas. Iones que luchan en tu interior, van en contra de toda tu razón, porque es imposible detenerlos. Es imposible pararles cuando encuentran su otro imán. Cuando una mirada, un gesto, un roce provoca una tremenda explosión interna, con un magnetismo tan grande que remueve todo lo que creías perfectamente estructurado en ti. Y, además, deseas arriesgarte y conocer esa nueva fuerza que te atrae, tan fuerte, como un imán.