Valores
>> lunes, 31 de diciembre de 2012
No voy a recordar el 2012 narrando los típicos buenos momentos ni voy a desear un 2013 perfecto, básicamente porque no creo que sea perfecto simplemente porque yo lo desee. Pero sí quiero contaros algo de lo que me he dado cuenta en este año que se acaba lo suficientemente fuerte como para volver a escribir en el blog y para así aprovechar y cerrar este año.
Creo que este año he empezado a aprender a valorar. Y digo empezar porque creo que aprender esto lleva toda la vida y se va perfeccionando con los años.
Salir de casa, pero no a dar una vuelta ni a echar un par de semanas en Sevilla. Salir de casa varios meses y a miles de kilómetros, sabiendo que para volver necesitas mínimo un avión o un buen culo que aguante muchas horas en autobús. La Erasmus que comencé en Septiembre me ha dado la oportunidad de valorar todo aquello que no me cupió en la maleta. Todo lo que se quedó aquí.
Me lo he pasado, y me lo estoy pasando estupendamente en el extranjero. Si tienes libertad e independencia estudiando en Sevilla, imagínate cuantísima más tienes estudiando en otro país.
Pero ha sido al volver ahora en Navidad cuando me he dado cuenta de todo. Aterricé en Málaga, tras estar tres meses y medio sin pisar España. Llegué a eso de las 8 de la tarde. Cuando recogí el equipaje, salí y vi a mi padre. Os puedo jurar que nunca antes había abrazado tan fuerte a mi padre. Y luego, al salir, me quité el chaquetón y empecé a oler la brisa marina que llegaba, así como los 20 grados que marcaba el termómetro. No os hacéis una idea de lo bien que se vive aquí. De lo poco que sale el sol cuando pasas la frontera y del frío que hace por allí arriba. Nunca me había alegrado tanto de ser del Sur. Y lo primero que he aprendido a valorar es que como se vive en Andalucía y, en España, no se vive en ningún otro lado (cultural y climatológicamente hablando).
Y después, el sofá, la tele, el wc, la bañera, la cama, el cojín, el oso de peluche, la puerta, el ascensor, la butaca, el jamón, la cocina, la nevera, el refresco, las sartenes, el armario .... todo eso que está en casa y que está siempre en el mismo sitio y parece siempre lo mismo, es increíble lo diferente que parece cuando vuelves. Hasta lo más mínimo se echa de menos.
Y es que, cuando parece que estás cansado de lo mismo de siempre, realmente no es eso, es solo que hace falta, quizás, dejar un poco de espacio para que el sentimiento y las ganas vuelvan a resurgir. Cuando todos los días tenemos lo mismo, no lo valoramos. Cuando sales fuera dejas que todo se oxigene, hasta lo que parecía podrido, adquiere de nuevo el valor que en su tiempo tuvo.
Y eso se aplica con todo. Tus amigos, que sabes que ya los tienes y que los echas de menos lo más grande del mundo, el echo de conocer otras personas te hace ver cuantísimos los necesitas en tu vida y cuantísimo te hacen falta las fiestas, las cenas, las charlas con ellos. Y cuando vuelves, incluso hacerle una paja a la avenida es lo más interesante porque estás de nuevo con todos ellos.
Y con la comida. Cuando te gusta algo y pasas tiempo sin comerlo, el momento de volver a probarlo es increíble, nunca sabe tan delicioso.
Y creo que el truco para todo y para no cansarte de nada es dejar de hacer las cosas de siempre durante un tiempo, porque luego vuelven cargadas con todo lo mejor. Os lo prometo, que sirve con todo. Como cuando estás un tiempo sin sexo o, en su defecto, sin masturbarte. Luego se disfruta mucho más ¿es o no? Pues si tengo que aconsejar algo para el 2013 es que si queréis revivir la ilusión de algo, por mínimo de sea, dejad un espacio, variad un poco y luego veréis la diferencia al volver a "lo de siempre". Lo mejor de irse, es volver. Feliz Año Nuevo :)
1 comentarios:
Hola Carlos! Hace mucho tiempo...pero acabo de ver un enlace a tu blog en las novedades de Facebook. Que buena entrada. Y que verdad!! Yo me expirimente lo mismo cuando estuve viviendo en Ubrique. Bueno, pues, solo queria saludarte y desearte un feliz ano nuevo!
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