Bienvenidos

Yquetaldesdeotropuntodevista es otro. Estando ya en otros horizontes y viendo las cosas con un poco más de madurez, los pensamientos que a veces se quedan en el aire recorren las gotas de ese zumo que nunca exprimimos. Los porqués, las musas, las inspiraciones, los gustos, el amor, los amigos, el sexo y los sueños viajan fugazmente en ese espacio que nos rodea. Nuestro espacio, tu espacio, siempre para contar y compartir.
Las soluciones bajo enfoques distintos pueden dar mejor resultado que las propuestas al principio bajo una única perspectiva.

Frase de la Semana

"Si te apetece cómetelo. Y así con todo en la vida"

>> lunes, 7 de marzo de 2011

"Adam se tumbó en mi cama y estiró los brazos por encima de la cabeza. Toda su cara sonreía: ojos, nariz y boca.

- Toca conmigo - dijo.
- ¿Qué?
- Quiero que me toques como si fuera tu violonchelo.
Iba a suplicarle que no dijera tonterías, pero de pronto pensé que tenía sentido. Fui al armario y saqué uno de mis arcos de repuesto.
- Quítate la camisa - pedí con voz trémula.
Lo hizo. A pesar de su delgadez, era sorprendentemente musculoso. Podría haberme pasado veinte minutos contemplando los contornos de su pecho, pero él me quería más cerca. Yo también lo deseaba.

Me senté a su lado, de manera que tenía su largo cuerpo tendido ante mi. El arco tembló cuando lo dejé sobre la cama. Alargué la mano izquierda y le acaricié la cabeza como si fuera la voluta de mi chelo. Él volvió a sonreír y cerró los ojos. Me relajé un poco. Le toqueteé las orejas como si fueran clavijas y luego le hice cosquillas juguetonamente y él rió por lo bajo. Coloqué dos dedos sobre la nuez. Respiré hondo para armarme de valor y pasé al pecho. Recorrí el torso con las manos en toda su longitud, deteniéndome en los tendones para asignarle una cuerda a cada uno: la, re, sol, do. Los acaricié uno a uno con la yema de los dedos. Adam permaneció muy callada, como concentrándose en algo.
Cogí el arco y se lo pasé suavemente por las caderas, donde estaría el puente del chelo. Toqué con suavidad al principio, y luego con más fuerza y velocidad, a medida que aumentaba la intensidad de la canción que sonaba en mi cabeza. Adam permaneció inmóvil. De sus labios escapaban leves gemidos. Miré el arco, miré mis manos, miré el rostro de Adam y me sentí invadida por el amor, la lujuria y una desconocida sensación de poder. Jamás había imaginado que pudiera lograr que otra persona se sintiera así.

Cuando terminé, él se incorporó y me dio un largo y profundo beso.
- Mi turno - dijo entonces.
Hizo que me levantara y empezó por quitarme el suéter por la cabeza y bajarme un poco los tejanos. Luego se sentó en la cama y me tumbó sobre sus rodillas. Al principio no hizo nada más que abrazarme. Yo cerré los ojos y traté de sentir sus ojos en mi cuerpo, viéndome como nadie me había visto en la vida.
Luego empezó a tocar.
Rasgueó los acordes en mi pecho, haciéndome cosquillas, y reí. Suavemente movió las manos hacia abajo y entonces dejé de reír. Las vibraciones del diapasón aumentaban de intensidad cada vez que Adam me tocaba en un sitio nuevo.
Al cabo de un rato cambió a un estilo más español en el movimiento de los dedos. Utilizaba la parte superior de mi cuerpo como mástil, acariciándome el pelo, la cara, el cuello. Punteaba en mi pecho y mi estómago, pero yo lo notaba en sitios a los que sus manos ni se acercaban. Su energía iba en aumento a medida que tocaba y mi diapasón enloqueció, provocándome vibraciones por todo el cuerpo hasta dejarme sin aliento. Y cuando creía que ya no podría soportarlo más, el torbellino de sensaciones alcanzó un vertiginoso crescendo que excitó todas y cada una de mis terminaciones nerviosas"...

Si decido quedarme, Gale Forman

(próximamente, crítica)

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