Ediciones limitadas
>> jueves, 12 de agosto de 2010
¿Cómo puede ser que las cosas más sencillas sean las más difíciles de realizar?
Pregunta abierta que podría ser justificada por otro precepto del legado de Murphy.
No. Error.
Hoy hablamos de sonrisas. De ese movimiento labial que permite mostrar los dientes e ilumina nuestros rostros.
¿Hablamos de felicidad? Puede ser, quién sabe. Depende de lo que entendamos por felicidad.
Pero sin saber aún el por qué, nos sentimos mejor cuando lanzamos al mundo una de éstas.
O cuando recibimos del mundo una de éstas.
Quizás haya personas - siempre me lo he preguntado - que no conecten. Que no puedan comunicarse con sonrisas.
Que las tienen, pero no les sirve. Fallan.
O puede ser, por qué no, que quien más las necesita, no las reciba. Que no están hechas para él/ella. Triste.
Y cuando estás triste no te brotan sonrisas.
Aunque deseas que alguien te las saque.
Y no mirar. ¡Basta de mirar!. Yo también quiero.
Quiero que me mires. A mi. Que me mires.
Y me sonrias.
Y sonriamos. Juntos. Como al principio.
Como cuando nuestro lenguaje entendía de sonrisas. Recuerdo que nos comunicábamos con ellas, siempre. Era una forma de estar bien, de poder con el mundo. Ese mundo que no nos sonreía.
Y el mismo que impide que ahora lo hagamos.
Pero toca estarse quieto. En silencio.
Y mover los labios hacia atrás para que resulte algo parecido a lo que algún día fue.
Para no tener aún más nada que devolver.
Para que no sea mi humilde seriedad la que te impida volver a reir.
Con otro. Pero volver a reir.
Como antes. Claro. Como antes. Pero eran ediciones limitadas.
Y todos sabemos lo que eso significa
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