Pronombres personales
>> martes, 31 de julio de 2012
Le gustaba mirarle.
Siempre le gustó, o eso cree.
Le gusta mirarle. Le gusta observar su cuerpo, sus huesos. Sus recovecos.
Podría pasarse el día entero perfilando su silueta. Como un lienzo al que repasas y remarcas el contorno. Pero solo con los ojos, sería solo con los ojos. De sus ojos a su perfil.
Le gusta mirarle. Y perderse en sus verdes, marrones, azules destellos de luz.
Le gusta mirarle. Y no sabe por qué le gusta, pero le divierte. Le parece divertido observarle, a lo lejos. O cerca incluso. Cuando duerme, cuando ríe, cuando se mueve. Como un juego, donde uno, paciente, vigila la jugada continua del otro.
Le gusta mirarle, pero pierde el control cuando las miradas se cruzan. Le gusta mirarle, sí, pero de una forma discreta. Porque se rompe, quizás, la calma de cuando le mira.
O no se rompe. No lo sabe seguro. No sabe si se rompe o se intensifica. Y eso le descontrola. Le descontrola mucho. Pero el caso es que le gusta mirarle, le gustaba hacerlo y le gustará.
Porque le gusta mirarle.
Porque le gusta mirarla.
Porque le gusta mirarlo.
Porque la gusta mirarla.
Porque la gusta mirarle.
Porque la gusta mirarlo.
Porque da igual. Es bonito mirar.