El lujo hecho ciudad
>> lunes, 29 de agosto de 2011
Esta ausencia en la que he estado recorriendo mundo y, especialmente, visitando la Costa Azul francesa, me ha servido para desconectar y aprender muchas cosas. Nuevas personas, nuevos sabores, nuevos paisajes... pero sobre todo me ha llevado a darme cuenta de que el lujo, el dinero y la fama se pueden llegar a concentrar en una ciudad.
Sólo 2 km cuadrados tiene el Principado de Mónaco, y han sido en esos 2 km cuadrados donde he visto el lujo totalmente materializado. Las fachadas de los edificios emanaban estilo y elegancia, la mayoría de los coches eran las marcas más deseadas y el brillo que tenían combinado con el azul del mar y el oro que recubre parte del Casino de Monte Carlo sumaban un mundo aparte.
Porque es eso, por lo menos para mi, un mundo diferente, un espacio limitado en el que solo caben algunos - quizás llamados afortunados - que pueden permitirse el lujo, nunca mejor dicho, de mantener ese estilo de vida.
Y nosotros, turistas, nos maravillamos de las excentricidades que para ellos suponen una cotidianidad, nos deslumbra el brillo de sus coches, mientras que para ellos es el reflejo de su gloria. No obstante, quizás la felicidad, mi felicidad al menos, se halla en gastarme el poco dinero que tenga en visitar estos lugaremos y dejar mi huella en ellos durante unas horas, para luego poder seguir conociendo mundo, y seguir asombrándome, mientras que ellos, a lo mejor, perdieron el asombro cuando se colgaron el primer collar de Swarovski.